Talvez eres feliz.


Anochecía. Parpadeaban las primeras estrellas mientras yo continuaba allí sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado.

Se levantó una brisa agradable y fresca;  escuchaba ladrar los perros de nuestros vecinos, el columpio que estaba al lado era movido ligeramente por el viento, esperaba, de forma egoísta, que nadie más se sentara en él, pues lo reservaba con especial cuidado para ti, para este momento, donde te vería caminar hacia mí, con mirada libre y segura; te sentarías en aquel columpio y me dirías que sí, tomarías mi mano sin temor alguno y nos besaríamos allí mismo, al aire libre, ante cualquiera que quisiera vernos.

Ya había pasado  una hora de la acordada, dos horas y no se hacía realidad el sueño que nos endulzaba la mente día a día, hora a hora, segundo a segundo. La realidad estaba siendo otra, todo era solo mi sueño, era una fantasía, imágenes que se reproducían de forma constante en mi mente, pero estas eran irrealizables porque necesitaban de tu sí, el cual no me darías, no sé si por temor o por falta de amor.

Ahora el ladrido de aquellos perros, el parpadear de las estrellas, la brisa fresca y aquellos columpios son constantes recordatorios de tu rechazo. Los recuerdos se continúan paseando en mi cabeza, con total libertad, sin pedir mi permiso.
Me pregunto si estás bien, si te encuentras solo, sufriendo tu decisión, prisionero del temor. Quizá estás acompañado de alguien que te ama tanto como yo, pero que desconoce tu secreto,  el cual decidiste guardar aquel día que me negaste tu sí. Talvez eres feliz y yo debería serlo también. 

T.Faerron

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