Abrir mis ojos.


A través de los ojos de aquella niña, 
el mundo se percibía de una manera muy distinta
a la que perciben mis actuales ojos de adulta.

Aquellos advertían con inmensa facilidad
lo que ahora para mi se mantiene oculto.
Veían de espléndidos colores, 
lo que ahora en blanco y negro yo sepulto.

Los lugares, todos los lugares,
eran extraordinarios, campos de aventuras;
en el presente son simples llanuras.

Comía con extrema alegría,
esta adulta lamenta cada bocado
porque castiga el remordimiento.
Me abraza el descontento.

Estoy segura;
 que cuando finalmente pueda ver el mundo
con los ojos de aquella niña,
será mi perfecta señal de haber madurado.
Porque con tan solo abrir los ojos,
lo extraordinario me será revelado.

Parece, que la dura, 
cansada y a veces lenta batalla de adulta;
la puedo ganar,
con una intrépida, maravillosa 
e infantil movida de niña.
Abrir mis ojos.

T. Faerron

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