Cielo


Me miraba fijamente, 
pero por corto tiempo;
cambiaba su mirada en dirección al cielo.

Claro, 
era el cielo quien nos ayudaba, 
a ambos;
cuando no podíamos sostenernos la mirada, 
nos calmaba los nervios, 
nos ampliaba el espacio que a ratos se sentía pequeño.

Mirar al cielo era necesario, 
gracias a él nuestras platicas eran extensas, 
suaves, relajadas.
Estar juntos nos ponía nerviosos, 
cual tontos, inexpertos.

Pero el cielo también nos miraba.
Con sonrisa amplia, 
con dulzura en su mirada.

T. Faerron

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